BMW M240i, un deportivo con todas las letras

BMW M240i, un deportivo con todas las letras

14 marzo, 2017 Desactivado Por Miguel Lorente

Quedar con un buen petrolhead siempre es gran excusa para sacar el coche del garaje, llenar el tanque de gasolina y devorar km sin más, pero si encima te tiene sorpresas preparadas… El mensajito incluía la hora y el punto de reunión pero no decía nada de hacer una prueba del BMW M240i… El eslabón entre lo habitual y lo excepcional.

Y es que, según me aproximaba al BMW azul que estaba viendo, me cuestionaba más «¿se ha traído un M2, el «casi M» (el M240i) o un simple Serie 2 con tres compradas en Aliexpress…» y, sí era una de las tres opciones (no había más), era el eslabón perdido entre los Serie 2 y la gama M. 

Prueba BMW M240i, los detalles cuentan

Porque, aunque es cierto que cuando ves un M te das cuenta, a veces los hermanos más modestos pueden confundirte ya que, con tanto kit M propio de la marca o ajeno es fácil encontrarte en la carretera muchos «wannabe», pero tras una vuelta más en profundidad alrededor de este cupé ya sabiendo lo que era, mis ojos se centraron en las preciosas llantas a las que BMW Motorsport lleva décadas acostumbrándonos mezclando deportividad, brutalidad y ciertos tintes macarras que cubren unos descomunales discos de freno y unas escandalosas pinzas  firmadas por el mismo preparador. Esto se pone serio «dónde va esto con estos frenos»  me/le dije, pues muy evidente: a frenar cuando quieres correr.

Y llegó entonces el momento en que te dicen «¿quieres hacer una prueba del BMW M240i?», mi corazón empezó a latir con taquicardia, mi hipotálamo a provocar mayor cantidad de endorfinas y mis pupilas a dilatarse antes de responder un «pues claro».

Y si por fuera el conjunto de llantas y frenos, además del paragolpes delantero con apéndices aerodinámicos mucho más exagerados que el resto de los Serie 2 (la anodina zaga no da pistas de qué variante es, solo si uno se fija en el nombre del modelo se percatará de lo que tiene por delante) el habitáculo te lo deja claro: estás en todo un deportivo.

Al volante de un BMW M240i

No suelo ver coches generalistas que me impresionen por dentro, solo los deportivos si son deportivos mezclan elementos de los coches de competición con calidades de habitabilidad superiores de los coches domesticados para la vida fuera del circuito, los demás buscan estética que entre por los ojos y, al hacer la prueba del BMW M240i entiendes que es un coche de los del primer grupo.

Según te sientas la butaca te envuelve, te acoge, se «adapta» a ti y te ancla al interior como si de una fusión se tratara, el volante tiene un tamaño grande para tratarse de un coche que se supone que se puede jugar con él pero, a la hora de manejarlo, como ya contaré, se «encoge». Tras él, primero, dos levas y luego los mandos del limpia e intermitencias, todos custodiando dos círculos donde el mundo analógico y digital se combinan para informarte de lo que le estás haciendo al coche una vez lo arrancas.

En la consola central, una descomunal pantalla multitarea nos ayuda, entre otros, a seleccionar los modos de conducción y bajo ella, la palanca que controla la caja de cambios de este vehículo de ocho velocidades automático.

Bramando que es un M.

No he conducido un M, no sé cómo es el que, para muchos especialistas, puede considerarse el mejor M hasta la fecha, el hermano del que pruebo hoy, el M2, pero este coche es el M de quien quiere todo un señor deportivo pero sin comprometer el confort e incluso el consumo y, sobre todo, sin dejarse un riñón en la compra.

Y empieza lo bueno, empieza la prueba del BMW M240i. Pulsa el botón (ya habitual) de encendido y bramará, es bronco, no rudo, pero no te deja lugar a dudas de que no es un simple Serie 2.

Prueba BMW M240i
BMW M240i

El motor de 3 litros, 6 cilindros en línea cuenta con un turbocompresor que produce 340 caballos pero, en este coche, lo mejor no es la potencia sino su par ya que los 500 Nm son toda una coz.

Para sacarle jugo a la prueba del BMW M240i, hay que jugar con los modos de conducción más extremos, sobre todo en el último caso el Sport Dynamic, la respuesta del motor es inmediata y se transmite instantáneamente a los neumáticos que hace que meter un pisotón al acelerador sea toda una experiencia, incluso con la intrusiva caja automática que a 3.000 rpm cambia sistemáticamente, cuando se juega con las levas se le puede estrujar a este coche y disfrutar mucho sobre todo en zonas reviradas donde se desliza entre curvas de una manera sexualmente sinuosa (verlo entrar en trazados de montaña por un buen conductor deja imágenes grabadas de «la foto perfecta de la trazada perfecta con el coche perfecto»)

Eso, en parte, gracias al excelente trabajo que hacen las suspensiones (mejoradas por Motorsport) que sin ser rígidas ni bruscas, aguantan a la perfección el «castigo» al que le sometes, y que combinado con un muy buen chasis, que si bien no es todo lo transmisor que pudiera esperarse ya que a veces parece quedarse «sin cobertura», te informa adecuadamente de lo que haces y hace el coche pudiendo jugar con la dirección a tu antojo porque se mete donde le dices que entre, con una precisión que dan ganas de no dejar de mover el volante. Incluso en horquillas llegas a no creerte que estés haciendo por completo la curva con el radio de giro que desde la posición de tus brazos sitúan el timón del BMW.

Prueba del BMW M240i: conclusión

Tras bajar del coche y dar por acabada la prueba del BMW M240i, me asalta la duda: es mucho dinero lo que cuesta este coche, más de 50.000€, pero merece la pena. En un mercado donde cualquier coche digno de ser envidiado por quien no lo posee pasa holgadamente de este medio centenar de miles de euros, esta opción es hasta lógica puesto que es todo un cepo, un deportivo con carácter, rabia, agilidad, pero sobre todo diversión.

Galería Prueba BMW M240i

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