Circuito del Jarama: mi tercera primera vez
10 abril, 2016Dicen que el uno va delante del dos y que el segundo es el primero tras el que llega antes pero creo que, en determinadas ocasiones, puede haber una segunda primera vez o incluso tercera.
Y es que ésta que os voy a contar la que es mi segunda primera vez o incluso tercera primera vez que estoy dentro de la pista del Circuito del Jarama rodando.
La primera fue la que llevé un coche sobre la mítica pista fue gracias a un evento de la marca donde me invitaron a conducir un Alfa Romeo 147 JTD allá por mediados de los años 2000. Entonces, en grupos de tres y con un instructor delante, pude recorrer los más de 4 kilómetros que tiene el trazado sin ningún tipo de libertad puesto que era el primero de los coches el que marcaba velocidad y trazada, bien para conocer el circuito, aburrido para conocer los límites del coche, de las gomas y de ti mismo (no de tus acompañantes, hola papá).
La segunda fue poco tiempo después pero al otro lado del habitáculo ya que lo hice como copiloto de sendos Hyundai Coupé y Getz, ambos de la copa. Divertido porque vas relajado sabiendo que quien te lleva tiene la suficiente experiencia como para parecer ir a fuego sin arriesgar y tú vas tranquilo porque sientes que estás en manos de alguien que sabe lo que hace.
Esta tercera vez fue la primera vez que entro yo solo con mi coche, por eso la del 29 de agosto de 2015 considero que es la primera vez que me siento desvirgado en el Jarama.
Las sensaciones previas (mariposillas)
Los que disfrutamos de los coches somos de juzgar, reflexionar, exponer y, por qué no, gesticular con las manos lo que nos transmite un vehículo encima de un determinado lugar, por eso voy a hablar de lo que sentí en las dos tandas en las que participé, en los más de 40 minutos sobre el asfalto del circuito madrileño por excelencia.
Hay que poner en antecedentes que la organización del evento, Tandas Privadas, te cita muy pronto para una serie de requisitos como una charla previa con recomendaciones técnicas y de seguridad para que todos disfrutemos sin sobresaltos de un día de diversión aunque, justo antes de entrar a la reunión empiezan los retortijones y las «cistitis» imaginarias.
Una suerte de duendecillos te invitan a soltar el lastre que llevas dentro y dejar volar con libertad las mariposillas que los nervios e ilusiones han hecho que pernoctaran en tu estómago.
Ya con el miedo en el cuerpo de que 1,2 coches salen accidentados por día cada día de de tandas (promedio aportado por el organizador) y unos nervios dignos, te sabes esperando a una hora que no llega pero que pronto se fija en tu reloj, entonces arrancas tu Saxo VTS 8V, ese pequeño y fiel compañero de casi 280.000 km (220.000 hechos al 99,9% por mí) que ha sido diseñado, construido y, también modificado posteriormente para este tipo de situaciones y te diriges al punto de partida que te indicaron.
Llegas a la puerta de entrada del final del carril de boxes, te juntas con tus desconocidos compañeros: miradas de reojo a ellos y a sus coches, sonrisas, saludos de cortesía, algún que otro comentario digno de ascensor y te dice uno de los miembros de la organización «en 3 minutos salís».
Ponte el casco, ajústate el arnés que compraste hace 14 años y que nunca antes habías usado justificadamente y arranca de nuevo el «Botijo».
Sobre el asfalto
Tú pisas el acelerador y subes de vueltas mientras tu corazón coge ritmo mayor que tu motor. A miles de «revoluciones» por segundo late el músculo que te ha lanzado a pista y entonces tu cerebro salta alarmado «NO DEBERÍAS HABERLO HECHO, NO DEBERÍAS HABERTE INSCRITO, NO DEBERÍAS SALIR A PISTA… NO DEBERÍAS…» «¡CÁLLATE: ESTÁS EN EL JARAMA Y DISFRUTA, IDIOTA!» responde de nuevo el corazón y entonces sales como sin darte cuenta de la primera curva, la de final de recta de meta (nombrada como Nuvolari nada más y menos).
Enfilas Varci y entonces piensas en los ilustres nombres que han puesto su culo pegado sobre ese asfalto en no menos ilustres máquinas y también en quienes en esas curvas han perdido la vida (porque en estos momentos de posible euforia viene bien recordar que incluso entre los más grandes han dejado la vida en esta pista madrileña) por eso se juntan en un mismo momento la ilusión y el miedo que tienen que dejar paso a la cordura.
Por eso voy pensando más que «»»pilotando»»» (es que conduciendo me suena a Flaaaaaandersssss) «es la primera vez que entras solo, en tu coche y estás solo encima del asfalto: con cabeza» y enlazo Le Mans con Farina pensando que la gente de las gradas debe pensar que voy con el coche roto. Mejor, no me conoce nadie y he venido para divertirme a mi ritmo.
Trazar bien esa Sinuosa curva (formada por las mencionadas Le Mans-Farina y Pegaso) es acojonante. De hecho la rampa de la tercera es una de mis zonas favoritas para hacer fotos pero esta vez se convierte en una de las más emocionantes cuando vas dentro: desde la salida de Farina, te abres, trazas la diagonal y buscas el vértice de la curva que te escupe hacia el arco de la publicidad mientras aceleras y notas que la inclinación es el peor enemigo de tu motor.
Momento para revisar de nuevo los retrovisores. De hecho no llevo una vuelta y ya he perdido la cuenta de las veces que he mirado a los espejos pero es que tras Pegaso viene una buena zona para dejar pasar (sin volverme loco pero estorbando lo menos posible), un ligero descanso para el volante pero que en seguida llegas a Ascari y ves las marcas de las frenadas de quienes se han ido ya de frente ahí y piensas «no apures». Sales y enfilas mentalmente como tantas veces he visto bajar pero como espectador la espectacular bajada a Bugatti cometiendo el primer error grave: reducir demasiado pronto. «Nota mental: en la próxima vuelta 5ª, 4ª al salir del interior y 3ª» poco antes de hacer Pegio donde tantas veces has visto comer piedras.
La inercia te echa como si quisiera apoderarse de ti entonces te alegras de calzar gomas tipo «canela» mientras aceleras en plena subida.
Llega otra vez Ascari y Portago «»¡NO! ¡¡¡esta puta curva no se cierra!!!» y es que la que lleva el nombre del circuito donde vi por primera vez una carrera de F1, el Autodromo di Monza tiene entra la entrada y la salida una mínima recta así que NOTA MENTAL: Monza no se traza como Portago. Corrijo y veo que me quieren pasar dos aviones con chapas romboidales en sus parrillas. Apartome y a lo mío que vamos hacia la meta…
«Buf, VOY VOLANDO, VUELOOO A RAS DE ASFALTO» y entonces miro el velocímetro y gatillazo: 110km/h al pasar por la mitad del muro de los boxes y pienso «la gente pensará que he roto y voy por eso despacio… ¿y a mí qué? FLAAAAANDEEEEEEEERSSSS. Eso sí, para la siguiente voy más rápido pero contengo la emoción al pasar el puente de Hyundai» me digo.
Segunda vuelta, más o menos el repaso de lo que en aquella mañana en la que Alfa Romeo me regaló unas vueltas con teórica y lo que he vivido me han permitido que tras la primera vuelta me reafirme en el gran acierto que ha sido darme el capricho de gastarme los 99€ de la inscripción (gasolina y otros souvenires no incluidos).
Tras el giro de adaptación la cosa cambia: vas más confiado pero desconfiado.
Confías en ti y en que el circuito es técnico pero con un mínimo de cordura que le eche, por mí no será que acabe mal la cosa, todo lo contrario. Con un mínimo de sensatez antes durante y después de cada movimiento que haga disfrutaré lo máximo.
Desconfias de los demás, no porque te den motivos sino porque si rodase solo en pista únicamente dependería de mí y del Saxo que la cosa acabara con una sonrisa de oreja a oreja.
La sucesión de adelantamientos es constante, llega un momento que, con un coche de serie que da 98 CV y alguna mejora estás a merced de que te pasen todos los de tu tanda incluso tus otros hermanos, Saxos con modificaciones más que evidentes y cuyos pilotos (de los inscritos en carreras o en tandas) lo hacen mejor que tú y se les ve.
No problemo: recuerda lo que te dijeron en la charla previa a rodar «esto no es una carrera: se tiene que facilitar el adelantamiento pero no estás obligado a quitarte y menos si no puedes». Pues eso.
Pendiente de los espejos sí, obsesionado no. Confiando en ti pero desconfiando de los demás (repito, no porque dieran motivos sino porque cuantos más electrones tenga un átomo más probabilidades hay de que se produzcan choques entre las partículas de carga negativa).
«Aprieta más antes de entrar a la recta de meta… uuuoooo ahora sí que vuelo, VUELO MAMÁ, VUELO EN EL JARAMA» a unos «desbocados» 130 km/h de velocímetro y entonces de nuevo frenas, apuras un poco más, pero solo un poco y ves que el desgaste es mayor mientras que la mejora poco significativa.
Llevas más o menos la mitad de la primera tanda y empiezas a pensar si merece realmente ir a fuego o mola ir a tu ritmo, haciendo lo que te place sin joder a quienes comparten espacio contigo. Me quedo con lo segundo. Soy muy Flaaaaaaaanders ¿y?.
Pero incluso Flanders a veces ha desafiado a su dios (aunque luego volviera al redil) y a veces le das un poquito más aquí para luego ver que si apuras un pelín más allí la amenaza de salida de pista es real: eres tú con el Saxo en el Jarama. Tú decides si disfrutar con más o menos riesgo. No hace falta repetirlo ¿no? Flaaaaaaaders.
Y ves la bandera a cuadros y, como en los karts, sabes que llegan tus últimos miles de metros (claro, mil metros un kilómetro, tres miles de metros tres kilómetros) para rebajar el ritmo, refrigerar el coche y descansar un rato… o no. Mierda, estás en un tanda pero los de «superplaza» tiene tres horas de pista abierta. No te puedes dormir. Pues vale, pues una vuelta más al ritmo anterior y al carril de boxes.
Es muy curioso saber que sales de la pista, de hecho la chicane de entrada al carril de los exiguos garajes es jodida como la tomes emocionado. Por suerte la he visto trazar a multitud de vehículos, tipos y pilotos y sabes que te puedes estampar volviendo al final de tu tiempo.
Lo dicho «zsssum, zsssuuum» y se acabó tu tanda.
Quítate el casco y recuerda eso que has oído tantas veces a los que han participado: no eches el freno de mano que te los cargas.
Por cierto, una de las sensaciones más peculiares que viví es ver la vida a través del hueco de la visera del casco EN MI COCHE. Llevo ya 10 años con el Saxo y nunca había estado dentro de él con un casco puesto, es súper extraño. Es como si te pusieras esas gafas amarillas de buceo para estar por casa ¿te lo imaginas? Pues es lo más parecido a lo que sentí estando dentro del coche mientras rodaba.
Tras esto, ya solo queda esperar la hora de entrar a la segunda tanda.
Gran descripción de un dia de tandas, hay algo dentro nuestro que hace que entre nosotros nos entendamos, aunque para otros resulte incomprensible!
Gracias Bruno.
Desde luego que solo justificamos nuestra afición este mismo puñado de locos pero y lo bien que nos lo pasamos siendo ratitos ¿eh? 😉
Muy buena entrada. Entiendo tus sentimientos\sensaciones en lo relativo a la conducción tipo Flanders, pero es que cuando uno cumple años y es padre ve las cosas de otra manera.
Saludos.
Emlata.
Muchas gracias caballero.
Además de lo dicho, cuando entras con tu coche de diario pues como que un sobrecoste se lleva pero un piñazo no, y como no me juego nada pues a racionalizar tanto diversión como locura y desgaste.