Prueba: Lamborghini Gallardo Spyder ¿Merece la pena alquilar uno?

Prueba: Lamborghini Gallardo Spyder ¿Merece la pena alquilar uno?

17 abril, 2016 Desactivado Por Miguel Lorente

Conducir un Lamborghini Gallardo supone marcar en el calendario un día para el cual descuentas con lastre los anteriores. Las mariposillas revolotean y revolotean en tu estómago y cuando el punto neurálgico del test se sitúa en el Circuito del Jarama entonces ya le puedes poner la guinda al pastel, teóricamente.

La última palabra del anterior párrafo ya te indica por dónde voy.

Para ponerte en antecedentes, esta prueba fue un regalo de cumpleaños, un paquete de esos multiaventura o multiopción donde elegí ponerme a los mandos de uno de los coches que se encontraban entonces en mi «Lista» (de coches de ensueños a poseer). La empresa que ofrecía esta prueba es Formula GT, empresa que ya en las condiciones de compra-reserva, contacto con el cliente y empatía deja bastante que desear ya que solicité una modificación de fecha y me dijeron que bajo ningún pretexto se cambia la fecha, ojo, cambiar a otro día pedí y me lo negaron de formas muy poco amables cuando ellos mismos en su web ofrecían futuras plazas en la misma opción pero en fechas posteriores a la elegida.

Como decía, la guinda del pastel.

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La prueba del Lamborghini Gallardo

Evidentemente hay varias formas de ponerte a los mandos de un coche ajeno para intentar sacar conclusiones de él: que te lo preste la marca, que te lo ceda un particular, que lo alquiles… Para esta vez es la tercera opción y posiblemente poco romántica, agradable y, sobre todo, la menos recomendable.

Te citan a una hora estricta, te dan unas directrices concretas, te subes sin romanticismo alguno junto a un ¿instructor? para el que eres uno de vaya-usted-a-saber-cuántos-infelices hoy pero lo peor de él está por llegar.

Tras un retraso injustificado de más de 45 minutos, llega mi coche.

Un Lamborghini Gallardo Spyder de mediados de 2008, deduzco entonces que es el que monta el motor V10 de casi 5L y 520 CV. El coche más potente que llevara hasta la fecha, superando el Ferrari 360 Spider que hasta aquel día ostentaba el trono.

Me nombran y me dicen que entre. Cámara en mano, abro la puerta y me introduzco en el coche: es fácil entrar pero muy bajo. La sensación es ir sentado en el suelo pero no del coche sino de la calzada.

Me presentan al instructor y me dicen que si voy a comprar su grabación on-board por un módico y desproporcionado precio (la mitad de lo que cuesta el alquiler por 20 minutos y 14km que tiene esta toma de contacto), además de porque llevo la mía, me parece un coste desmedido y le agradezco y me niego a ello.

Me da unas ligeras indicaciones sobre cómo será «esta experiencia de conducción» (ni siquiera tengo que encender el coche porque está encendido) a lo que le pido tiempo para ajustar asientos y retrovisores y me dice «no toques nada del coche» ¿perdón?.

Entonces, una cabeza entra por su ventanilla y le comenta no sé qué, tiempo que utilizo para hacer un análisis mental del interior: este coche es un Audi.

Sí, este coche es un A3, un A4 ni llega a A6 es un triste Audi de gama media disfrazado con un elegante traje italiano pero con una sobriedad germánica. Lo peor, lo que más me sorprende y tira «pa’trás» son las salidas de la ventilación ya que me resultan cutres. Eso sin olvidar los botones de la consola central que, o son de plástico o lo parecen pero los que simulan ser metálicos son de todo a cien, nada digno de un supercoche de casi 200.000 euros.

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Bueno, he probado ya algunos coches y siempre lo importante es lo que transmite en movimiento, así que no pierdo la concentración y me pongo en marcha.

Saco el coche de donde lo han dejado, lo primero que siento al rodar es que tiene un radio de giro mucho más limitado de lo que imagino, giro a la izquierda totalmente pensando que puedo salir sin problemas y, sinceramente no tuve que poner la R (marcha atrás) por pura suerte.

Los que hayáis ido al Jarama habréis disfrutado en la calle de entrada principal de una bonita reproducción del tramo Ouninpohja del Rally de Finlandia ya que una sucesión de resaltos desproporcionados da que pensar qué tipo de anormal diseñó y los situó ahí (cierto es que nuestros estimados vecinos del Circuito, esos que durante años han pedido su borrado del mapa, esos que compraron una casa lindando con un recinto deportivo que llevaba años allí y que supongo que se darían cuenta que ya estaba cuando fueron a ver si compraban sus chalecitos, tienen que soportar la llegada de flipaos los días de carreras y eventos que creen que la calle de enlace entre la A1 y el Circuito es parte del mismo pero de ahí a tener que llevar un todocamino para acceder al Jarama es una locura) y es que el Gallardo no se lleva muy bien con estos cambios de altura tan radicales y es mejor pasar de lado y despacio para no «rajcar» el labio inferior del paragolpes o alguna pieza de los bajos del coche.

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Mi copiloto me dice que ponga rumbo «A1 Burgos». Cruzo por arriba la A1 y hago la pronunciada rotonda de salida a la autovía con cierta alegría y el coche es una lapa, intento hacer fuerte la rotonda y el coche se adhiere al suelo sintiéndose la tracción total Quattro legado del grupo VW. Giro de 270º y tomo la salida esperando y deseando poder darle el pisotón para pasar de 20 a 120 en un suspiro… pues no.

El coche tiene tres modos de comportamiento: Sport, Normal, Auto y Baja adherencia (el Auto es en el que el coche cambia él solito las marchas pero, por suerte sí puedo manejar el selector del «e-gear» de Lamborghini en el que el conductor toca las palancas tras el volante para elegir la que guste o estime oportuno) y ya me dice mi acompañante que «no se pueden tocar» ¡¿PERO QUÉ ME ESTÁS CONTANDO?! Tienes un superdeportivo entre manos del que solo puedes intuir lo salvaje que pudiera llegar a ser por la intuición.

Lo dicho, en modo Normal durante los 14km, enfilo el carril de incorporación a una velocidad muy baja con la intención de acelerar con todas mis ganas hasta la velocidad legal y, en segunda, ¡piso! … sigo pisando, mantengo pisado y 130. Me aburro.

El Gallardo ha tardado más de lo que da la vía de acceso para ganar 100 km/h pero lo peor no es ni el tiempo ni la distancia: es la sensación plomiza de aceleración.

Los coches con modos de conducción suelen tener uno Eco que es como si quisieran decir «modo paso de procesión de Semana Santa» porque suele ser en el que el fabricante reduce la alegría del motor y lo somete a una depresión ecológica en el que, supuestamente, SUPUESTAMENTE, el motor menos consume y tal pues el modo Normal ha de ser eso para Lamborghini.

El coche no acelera instantáneamente, es lento, perezoso, metes el pie en el pedal derecho y le cuesta responder, para hacer un triste adelantamiento hay que reducir. Reducir con 520 CV ¿pero qué es esto?

Seguimos por la autovía y los que la conozcáis sabéis que por la zona de San Agustín de Guadalix hay unas pendientes pronunciadas de subida, pues bien, el Gallardo se muere en 5ª y para mantener la velocidad tengo que reducir. Conducir por vía rápida no suele ser divertido pero los 7 km de ida no tienen chicha ninguna así que, como el controlador me ha indicado que daremos la vuelta aprovechando el cambio de sentido de las gasolineras que hay al pasar San Agustín, voy a darme un homenaje en ellas, y cuando digo homenajear me refiero a usar las curvas de antes, durante y después para intentar sacar alguna conclusión.

Vamos a ello, reducir en un coche así, incluso que está en «Modo Marmota» da mucho regustito ya que el motor emite un bramido que se mete en la cabeza, el sonido del V10 es más bronco de lo que suponía, desde dentro se oye pero no es atronador salvo cuando se baja de marchas que entonces te despierta de la modorra que produce su conducción en estas circunstancias.

En segunda tomo la entrada a la salida o la salida para entrar, como se quiera ver, y reduzco haciendo que el motor suba y haga ese espectacular movimiento de aguja de RPM que tanto nos gusta a los «quemaos» y entonces se agarra como una ventosa, se mueve la cabeza hacia atrás y acelero para entrar en la glorieta: haga lo que haga la transmisión a las cuatro ruedas (aunque más orientada al eje trasero) da un aplomo increíble porque, aún buscándole las cosquillas el Gallardo no se va (ni que decir tiene que si no pude tocar el «Modo», ni se me ocurrió preguntar por desconectar las ayudas a la conducción) lo cual me indica que, en circuito y por mucho que lo intentes, o haces una locura o el Lambo es incapaz de permitirte que lo cruces, se te vaya o te deje en una situación comprometida.

Hago los primeros 3/4 de glorieta y me dirijo a la segunda, la que te pone rumbo a Madrid, lo mismo incluso me planteo de nuevo que lo mejor será disfrutar de una acelerón, que yo ya no pago la gasolina de esta experiencia y que, con la mitad de la prueba hecha y de vuelta al punto de partida, nadie me va a quitar la alegría de un buen tirón: pues igual. Decepción. Ni sube tan rápido ni acelera tanto ni vuelas ni te pone una sonrisa en la boca, todo lo contrario, te deja con ganas de más.

Por absurdo que parezca, entonces me vienen a la cabeza vehículos más modestos cuyas respuestas son infinitamente más alegres, divertidas y espectacular que este coche, sin ir más lejos y aunque parezca que hablo del huevo y la castaña, uno de los coches donde más rápido he conseguido acelerar es en el eléctrico Nissan Leaf, pues este utilitario me hizo sonreír más que este italiano germanizado, será por eso que las sonrisas con este coche son frías, distantes, no hay pasión ni emoción, todo esta medido y nada queda al azar o a la superación de los márgenes que el coche establezca. No, al menos bajo esta configuración estricta y estúpida que nos obligan a no modificar.

Moraleja

Por eso he de decir que, aunque me alegro soberanamente de haberme decidido por conducir un Lamborghini Gallardo, este coche y con este modo normalizado de conducción obligado por los promotores del alquiler, Formula GT, es aburrido, independientemente su interior deja mucho que desear para un coche de tan elevado precio, la posición del conductor es más deportiva que el propio comportamiento del coche pero es como si a una furgoneta de reparto le metes unos baquets y un volante desplazado, que te dará más sensación de deportividad que este descapotable que, igualmente, en ningún momento daban la oportunidad de descapotarlo, ilógico totalmente cuando te venden la elección de elegir un «Gallardo Spyder» ya que el Spyder es el descapotable.

Moraleja,  si quieres disfrutar de un superdeportivo, no lo hagas en estas condiciones, búscatelas para que, al menos, te dejen probarlo pero de verdad.

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