Prueba Mazda MX-5, el ‘miata’ de la discordia

Prueba Mazda MX-5, el ‘miata’ de la discordia

14 septiembre, 2016 Desactivado Por Miguel Lorente

Hace varios meses hice la prueba de un Mazda MX-5 del año 2007. El mismo del que os voy a hablar pero, gracias a las notas que me fui dejando en el momento y a lo que el tiempo ha dejado asentar en mi cabeza, es ahora cuando puedo tratar de expresar el batiburrillo de emociones que me transmitió.

Éste es uno de los análisis que más quebraderos de cabeza me está llevando a la hora de poder escribir y hacer entender lo que un coche me ha transmitido durante y posteriormente a su prueba.

Batiburrillo de ideas porque creo que es un vehículo que me pone la balanza en una zona neutral, equilibrada, pero eso no significa que el coche lo sea, sino lo que ahora recuerdo de él.

Podría hacer una ristra de pros y contras, las tengo, pero la enumeración tipo «lista de la compra» es tan inútil cuando quieres hacer llegar emociones que mejor trato de enlazar ese listado escrito con boli azul y el otro con rojo para intentar explicar.

¿Probar un Mazda MX-5? ¡Claro que sí!

Por muy modesto que sea en cuanto a diseño e incluso a «precio» (no es un deportivo descapotable caro dentro de lo que hay dentro de este grupo), el simple hecho de nombrarlo en un grupo de amantes de los coches ya hace que alguno sonría o hable sobre las vanaglorias de este icono japonés.

Y es que ese halo místico automovilístico que le rodea hace que sea muy apetecible conducirlo para saber si te hace fiel seguidor de la religión miatista o simplemente te dejará impasible la próxima vez que veas uno. Yo quería ponerme de un lado o de otro.

Lo que no voy a hacer es juzgar su diseño, más cuando se aprecia durante las cuatro generaciones existentes es continuista, incluso ahora que una nueva está en el mercado, siendo la previa la que es objeto de mi análisis. Que cada cual haga su propia evaluación.

De lo que sí tengo que tratar es de su interior porque ya me lleva a enlazar con la primera gran reflexión: este coche no se adapta a todo el mundo, es al revés, quien quiera conducirlo ha de adaptarse a él, y me explico. El habitáculo, si bien no es angosto tampoco es que le sobre espacio, tiene unas limitaciones como, lógicamente, biplaza que es.

Esto se puede comprobar en cuanto te sientas dentro: los asientos se pueden ajustar pero solo levemente la inclinación y la distancia al volante de la butaca, mientras que la columna de la dirección sí permite subir o bajar el propio volante, no se puede en cuando a profundidad por lo que hay que jugar con tu propia estatura, la curvatura de tu espalda, la distancia al volante y pedales y el techo puesto que una persona de más de 1,90 tendrá complicado estar dentro con la capota echada o simplemente deberá llevar gafas de aviador si conduce descapotado.

Dentro de una comodidad relativa, los detalles que te aportan contrastes chocantes saltan a la vista: con unos muy bien acabados asientos en cuero, el salpicadero y algunas piezas de las puertas están hechas en un plástico malo que simula el mismo color que el cuero pero que, precisamente por adquirir ese color se notan más que no lo son.

El confort del copiloto es otro problema ya que la caja de cambios se come prácticamente el 40% del espacio del piso, por lo que un acompañante sufrirá en un viaje largo teniendo que ir completamente ladeado o con una rodilla doblada y por encima del a otra.

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Mazda MX-5, dinamismo

Evidentemente es importante sentirse cómodo al volante para poder exprimir el poderío de un coche y, tras la prueba del Mazda MX-5, entendí que el que exige que sea el pie quien se adapte al zapato es él, por lo que antes de obsesionarse con la compra de uno, yo que tú probaría con calma a ver si puedes encajar con él.

El Miata que probamos es una versión con motor 2.0 atmosférico desarrollando 160 CV dirigidos al eje trasero, de techo rígido, conocido como Roadster coupé. También esto es importante porque se dice, se cuenta, se rumorea, que ésta no es la mejor opción para disfrutar de un Mazda MX-5, el techo más pesado que la capota y el mecanismo con motor de repliegue del mismo, incrementan el peso total y rompen el equilibrio respecto del que lleva lona y no cuenta con la comodidad de un equipo que recoja la capota.

Aún así el coche tiene grandes virtudes y también sustanciales carencias.

La lógica te dice que quien se compra uno de estos es porque quiere disfrutar de un baño de sol mientras conduce sin importar el destino y sí el trayecto. Lo cumple, es agradable viajar descapotado pero  con gorra puesto que el flujo de aire no perturba en absoluto el habitáculo, es más, fue curiosos comprobar como la sonoridad era mayor con el techo cerrado que abierto.

Por otro lado, el motor, para tener 160 CV y dar un par de 188 Nm con lo que mover 1.210 kg, según su ficha, es perezoso cuando esperas un impulso que tarda en llegar. En cierto momento es como el «cosquilleo» previo que esperas de los motores turbos, cuya progresión es más o menos lineal (según cuál) hasta que al llegar el momento de intervención del turbo entonces obtienes ese reprís que esperas, en este test del Mazda MX-5 es así, la respuesta llega tarde.

E igual que necesitas acelerar, exiges con más vehemencia que frene cuando quieras o lo necesitas, pues en este caso el equipo de frenos también se quedaba corto.

A destacar en esta prueba del Mazda MX5 la magnífica caja de cambios, cuyos recorridos cortos (tanto en cuanto a alcanzar la marca roja de las rpm como en cambio de velocidades por su pomo) facilita muchísimo jugar con las marchas y la precisión con las que se engranan son muy reseñables.

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Es un deportivo del que has de controlar su trasera para meter su delantera, pues bien, no es para nada traicionero y con unos buenos neumáticos como los Michelin Pilot Sport 3 que calzaba, en las zonas más reviradas el eje de atrás se pegaba con aplomo y la dirección, cuyo volante, si bien resultaba duro, casi como si de una servodirección se tratara, mete al biplaza con bastante precisión pero con esfuerzo donde lo destinaras.

Lo malo es lo anodino del chasis, no transmite nada. Da lo mismo ir por curvas, ciudad, autopista, glorietas… es igual de poco comunicativo. Por más que buscas intentar «sincronizar» tus sentidos con su antena emisora, lo único que notas es un silencio que deja que desear una mayor comunicación entre coche y persona.

Prueba Mazda MX-5, conclusión

Me he planteado casi a diario esta pregunta tras cinco días al volante de él para poder llegar a una opinión del Mazda MX-5 a la pregunta «¿te lo comprarías?» ¿me plantearía comprar un Mazda MX5 de segunda mano

Mi respuesta es no. ¿Esto significa que sea un mal coche, que esté por debajo de lo que se le presupone, que sea más una cara bonita que un alma deportivo? No. Significa que, como cada uno tiene un «feeling» con otras personas, con las máquinas igual y a mí el Mazda MX-5 no me ha decepcionado pero no ha cubierto mis expectativas.

¿Le quitaría de la cabeza a un amigo su compra? Tampoco, es decir, no. Has de probarlo, sentirlo, analizarlo y juzgar si es el tipo de coche que quieres, si no estás convencido, si dudas, si hay algo que te rechina supongo que te acabará pesando si lo compras, pero como te llene te colmará de satisfacciones.

Una  vez más, estas reflexiones me llevan a pensar que hay opciones similares mejores que el Mazda MX-5 para quien quiera un deportivo descapotable económico de segunda mano. Por eso, no te puedes perder la prueba del Toyota MR2, otro test exclusivo e imparcial de Divex Motor.

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