M-541: San Martín de Valdeiglesias – Cadalso de los Vidrios «La Bizca»

M-541: San Martín de Valdeiglesias – Cadalso de los Vidrios «La Bizca»

5 marzo, 2023 Desactivado Por Miguel Lorente

Puede que no tenga mucho mérito destacar el tramo de La Bizca, en la M-541, como uno de los mejores lugares de Madrid por los que conducir, pero reencontrarme con esta carretera merece una entrada.

Hace muchos años ya, de hecho recuerdo perfectamente la primera vez que estuve en él disfrutando de un rally del campeonato madrileño, hace ya la friolera de 16, de hecho.

Pero no sería esa la última vez que yo cruzara los cerca de 11 km de la carretera entre San Martín de Valdeiglesias hacia Cadalso de los Vidrios por la M-541.

Recuerdo haber visto ese asfalto roto, rotísimo, deshecho, prácticamente, equivalente a un camino cimentado por donde los coches de carreras volaban y luego, ser otro una vez fue asfaltado. La transformación hizo ganar enteros a quien por allí rodaban pero, es bastante posible, que quitara algo de magia durante los sprints cronometrados.

Sea como fuere, yo tomé mi coche el sábado al mediodía para disfrutar de la sierra de Madrid. Ese paraje increíble a ojos y desconocedores de la comunidad pero que sirve de refugio espiritual para los madrileños como quien firma este texto.

Llegados a Pelayos de la Presa, el desvío hacia San Martín (el resto lo omito desde ahora), la glorieta que permite llegar, por ejemplo, a Casillas, o meternos en este pueblo de referencia de la sierra entre Guadarrama y Gredos nos invita también a perdernos, y nunca mejor dicho, hacia Caldaso o, más allá, Cenicientos, y entonces ubicarnos en un lugar, un triángulo, peculiar de la meseta central entre Madrid, Toledo y Ávila.

M-541, La Bizca en subida

Los primeros 100 metros del tramo son de cortesía tras dejar atrás la glorieta y, a poco que tengas ganas de disfrutar de la conducción, te tiras como su fueras contra el crono.

Entonces llega el primer susto: un brutal escalón fruto del reasfaltado te hace picar el morro del coche y darle un beso al suelo con el labio del paragolpes. A la izquierda te aguarda la primera enlazada con una cuneta que invita a morderla con cierto remilgo por si las moscas.

La curva de derechas enlaza con la primera recta donde acelerar, como siempre, conteniendo la velocidad a la máxima legal y al sentido lógico y coherente dado que, al ser una carretera cuya línea central solo indica eso, el centro de la calzada, y con bastante tráfico en ambos sentidos, incluso de camiones, incita a la precaución en todo momento.

Se mantiene el ascenso hasta repetir la primera combinación interesante: colocar el coche a la izquierda para enfilar una larga de derechas. Los dos primeros kilómetros son rápidos pero exigentes y me dejan un tanto desconcertado: hacia mucho que no circulaba por ella y algo me resulta extraño ¿el asfalto, el verdor exuberante en pleno deshielo, el recuerdo tergiversado de otras veces…?

Entonces me encuentro con una interesante curva cerrada a la derecha que, sin ser horquillona, es lo suficientemente abierta como para mantener el pulso y el equilibrio en el pedal derecho y, nada más salir, el pequeño apeadero y con la fuente del Arroyo Valdenoches (que me servirá de aparcamiento).

Me detengo, apago el motor y necesito salir del coche y me retrotraigo a otras épocas, a otros momentos de mi vida donde ni siquiera podría entonces atisbar mi futuro, solo en común con entonces mi más fiel compañero de vida.

Me vuelvo a subir al coche y beso de nuevo el asfalto mientras me alejo de la grava.

Enfilo la subida alejándome de una cuneta «ojo, no cortar» con el eje derecho por si acaso no vayamos a tener un susto.

Y, dadas las horas y la situación, llega un momento de esos incómodos, unos metros en los que se te pasa tanto por la cabeza que, al recobrar la consciencia solo queda dar gracias de seguir hacia delante: en el rasante que cruza la M-541 con el Camino de la Fuenfría, el sol me ciega (son entonces poco más de las 17 horas) y no veo que la carretera vira a la izquierda, corrección rápida gracias a ver los márgenes del asfalto y empieza el descenso.

La M-541 cruzando la N-403

Entonces empieza la zona más rápida según el sentido de este tramo de La Bizca porque es en bajada y porque, salvo las curvas de media intensidad que evitan ir con el volante recto, solo el Stop del cruce con la N-403 ya pone freno a mi viaje en el espacio y en el tiempo.

Dejando atrás el punto de la carretera de Madrid que me deja desde allí a casi la misma distancia de la imperial Toledo (72 km) de la medieval Ávila (65), decido afrontar la mitad del tramo hasta Caldalso desde San Martín de forma relajada puesto que es una zona rápida, de nuevo, de rectas más o menos enlazadas, salvo el divertido segmento desde el pk. 7 y hasta casi el 9, a partir de entonces solo quedar negociar los virajes hasta la entrada al pueblo de destino de la M-541 que nos ocupa.

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